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Los refranes son dichos populares y anónimos que desde antaño vienen transmitiendo enseñanzas, mensajes morales y sabios consejos. Se han transmitido de generación en generación de forma oral, algunos con más popularidad y recorrido que otros. Uno de estos refranes es el que dice de alguien que “escribe más que el Tostado” o “sabe más que el Tostado”; dicho que se utiliza para referirse a una persona que es muy culta. Pero, ¿quién era el Tostado? Para ello, tenemos que viajar a Ávila, a la primera mitad del siglo XV.
Alonso Fernández de Madrigal, conocido como “el Tostado”, fue uno de los eruditos más célebres durante el reinado de Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica. Afamado clérigo, trabajó como consejero del rey además de ocupar una cátedra en la Universidad de Salamanca, donde ejerció como profesor de Filosofía moral, y llegó a ser Obispo de Ávila. Dejó escritos numerosísimos tratados, la mayor parte comentarios en latín a varios libros de la Biblia. Pero destaca especialmente De optima política, obra en la que defiende la democracia como óptima forma de gobierno. Escribió sobre cuestiones morales, sociales y eclesiásticas, llegando a sostener la superioridad de los concilios sobre el papa.
Es una de esas figuras que pasan desapercibidas en la extensa historia de nuestro país, pero que en su época era considerado un prodigio. Hoy podemos conocer su rostro en una de las joyas de la catedral de Ávila: su sepulcro, situado en la girola del templo, detrás del altar. El conocido como “El sepulcro de El Tostado” es una obra de arte deslumbrante que deja boquiabierto a toda persona que se acerca a él. Fue realizada en el siglo XVI por el escultor Vasco de Zarza, y muestra al personaje sentado en su cátedra, escribiendo sobre un atril y vestido con una mitra y una capa pluvial de gran detallismo y minuciosidad. La decoración era siempre fundamental en la obra de Vasco de Zarza, y este sepulcro es ejemplo de ello. Guirnaldas y coronas se funden con iconografía variada en la que se puede apreciar las Virtudes, escenas de la Natividad y la Adoración, los evangelistas… En definitiva, un conjunto escultórico excepcional que se ha convertido en uno de los símbolos de la catedral por la maestría de sus formas.
Conocer el origen de nuestros refranes permite viajar por la historia hasta descubrir a personajes tan fascinantes como lo fue Alonso Fernández de Madrigal. Su imagen y su carácter humanista quedarán plasmados para siempre en la catedral de Ávila.
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