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Circundando la ciudad de Guadix e insertadas dentro del paisaje urbano se encuentran las famosas casas excavadas en los cerros que han hecho honor a este enclave granadino reconociéndolo como Capital Europea de las Cuevas.
Desde sus orígenes, el Ser Humano ha buscado refugio en las cavidades naturales rocosas de su entorno, y en ellas ha desarrollado durante siglos su vida cotidiana, dejando huella de ello en los numerosos vestigios que se conservan; quizá uno de los más característicos y que mejor ilustran lo que tratamos de explicar sea la conocida Cueva de Altamira en Cantabria, pero no se trata, ni mucho menos, del único ejemplo.
Pero en el caso de esta ciudad sureña de la provincia de Granada, el origen de sus famosas cuevas es bien diferente ya que, por una parte, son producto de la mano del hombre –y no de la naturaleza- y por otra, su origen es mucho más reciente pues podemos rastrearlo desde finales del siglo XV y principios del XVI en el marco socio-político del momento. Al parecer, aprovechando los numerosos cerros de arcilla fácilmente desmenuzable, los forajidos y moriscos que fueron obligados a abandonar la medina tras la toma de Guadix por los Reyes Católicos en 1489, se refugiaron en dichas cavidades que, posteriormente, perfeccionaron la técnica de pico y pala para excavarlas siguiendo los consejos de maestros alarifes. La Rebelión Morisca de 1568 y la posterior represión de este colectivo por las tropas de don Juan de Austria aumentaron el número de refugiados en las cuevas aumentando así el número de población que se organizó en comunidades estructuradas siguiendo el trazado anárquico de las cuevas.
Este origen social, fácilmente calificable de “marginal” por sus connotaciones originarias, perduró hasta bien entrado el siglo XX, donde habitar en la barriadas de las cuevas era símbolo de un bajísimo estatus social, pues la mayoría de sus vecinos eran gentes pobres que malvivían del trabajo jornalero y de la realización de artículos artesanales como cerámicas y espartos. A ello se unía que la población gitana de Guadix también se concentraba en el barrio de las cuevas.
La vida del barrio giraba en torno a la iglesia parroquial de la Virgen de Gracia, en donde las humildes gentes cueveras podían obtener algo de enseñanza básica y algún remedio para su extrema pobreza. En este sentido, podemos destacar la labor de San Pedro Poveda en la década de los años 20 del pasado siglo, con la fundación de la Institución Teresiana y cuyo apostolado marcó un antes y un después en el paulatino progreso de las gentes del barrio.
Las Cuevas de Guadix también han sido fuente de inspiración para viajeros y eruditos; gran parte de la novela “El Niño de la Bola” de Pedro Antonio de Alarcón transcurre en torno a esta iglesia antes mencionada (si bien de forma velada).
Toda la situación anteriormente descrita, afortunadamente, ha cambiado de forma radical. Ya desde finales del siglo XX, y sobre todo en la actualidad, el barrio de cuevas de Guadix carece de dichas connotaciones sociales peyorativas y, lejos de ello, se ha convertido en un populoso barrio traducido en el principal reclamo turístico de Guadix (junto al principal monumento de la ciudad, la Catedral de la Encarnación).
Las Cuevas constituyen de este modo un atractivo turístico para los visitantes que hasta la ciudad llegan movidos por la curiosidad de contemplar este hábitat tan sui generis característico y seña de identidad accitana.
Las Cuevas suponen además un importante foco de estudio antropológico y geológico. Antropológico porque desde sus orígenes, las cuevas han constituido el hábitat de aquellos que en su interior moraban, traduciéndose esto en la generación de una cierta cultura material digna de un trabajo de campo; y geológicamente, porque la orografía del territorio se ha insertado dentro del paisaje urbano configurando un tipo de vivienda poco habitual pero que dispone de ciertas ventajas como lugar de habitación (temperatura, ahorro de energía, etc). La posición elevada de los cerros de las cuevas permite unas vistas panorámicas desde los que se puede observar la ciudad al completo, con el paisaje de cuevas festoneando el entorno urbano.
La visita al Barrio de las Cuevas concentra un alto porcentaje de las visitas turísticas a la ciudad, constituyendo la principal vía de difusión de la misma por todo el mundo y erigiéndose como un punto turístico de renombre en el turismo andaluz.
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